Campaña de la Vieja Orden de Rohin (I)


Escribo estas líneas mientras mis compañeros han ido a pertrecharse y Aculeo bebe una cerveza tras otra en la posada.

Liberta, Ieneïe 15 Luna Blanca o de las nieves 624 año de la Vida

Hace cuatro días que partimos del Cerro, es mi primera misión como Escudo de Ieneïe, no quiero que nada salga  mal, en los primeros días intenté coger el protagonismo del grupo para evitar distracciones, pero son un grupo eficaz que sabe lo que hace, si alguien es su líder este es Numerio.

Al anochecer del primer día llegamos a uno de los anónimos pueblos que salpican la tierra de los valles, pequeñas explotaciones de ganado, labranza o minería. En mi condición de médico decidí acercarme al pueblo como avanzadilla, después de encontrarme al alcalde (que me contó que aquella noche había fiesta), regresé a avisar al grupo y volví con Aculeo a tratar a una pueblerina que adolecía de un fuerte resfriado. Mientras, el resto del grupo montaba guardia y buscaba un sitio donde pasar la noche.

Cuidé a Leonor con todo el amor que Ieneïe me ha enseñado y Aculeo le dio casi la mitad del dinero que llevaba encima para que aquellos días pudiese comer carne. La vida me ha enseñado que si tratas a alguien con el corazón, si la persona es buena, devolverá tus actos con bondad, y así fue. La madre de Leonor nos contó que el pueblo era una pequeña explotación minera que había agotado la mina, que un gran mal habitaba en ella y que sabiendo que de alguna forma u otra terminaríamos en aquella mina nos deseaba toda la suerte posible (para conseguir esta confesión debimos alejar al alcalde de la casa, Aculeo se lo llevo a la taberna).

Después de un discurso en el que intenté convencer a aquella pequeña comunidad para que se fuera a las tierras de labranza que recientemente había conseguido el la Orden y de brindar con ellos, volvimos al campamento a dormir y hacer la guardias pertinentes alejados de un fuego que dejamos como señuelo.
Las drogas que había en aquellas cervezas nos dejaron inconscientes a Aculeo y a mí, un pueblerino aprovecho para robarnos mientras dormíamos y huir montado en el caballo de Numerio. Por suerte, nuestra reacción llegó a tiempo, aturdí al animal con una bala de honda, y Dogo y Corso atraparon y dieron caza al pobre desgraciado. Siguiendo el camino que recorría llegamos al mina del pueblo que anteriormente no habíamos logrado encontrar, ahora empezaba el peligro.

La mina resultó ser un entresijo de caminos que terminaban de golpe y que poco a poco iban perdiéndose en la oscuridad, en el fondo del todo descubrimos un nido de driders, despiadados e inteligentes pudieron segarnos la vida en numerosas ocasiones, pero nuestro líder y el salvaje Aculeo sacaron fuerzas ante la adversidad y terminaron con ellos, me duele confesar que durante todo el combate estuve preso en una de sus telarañas, solo después pude ofrecer mi apoyo curando sus heridas.

Antes de seguir con nuestro viaje nos adueñamos de una capa, un par de viales y el resto de botín que encontramos en su nido, nos deshicimos de los huevos y contamos al pueblo nuestra historia. Ya en camino hacia Liberta nos encontramos a un hombre que afirmaba pertenecer a la Orden del Amanecer, dedicado a “limpiar” cuevas como aquella, nos pidió toda la información que pudiéramos darle así que le facilité una copia del mapa de la cueva que había hecho y por fin proseguimos nuestro camino.

Ya en liberta y antes de seguir hacía Tuk, Aculeo recoge tanta información como cerveza, esperemos que después se acuerde de lo que le han contado, y Corso junto con Numerio acaban de pertrecharse y comprar cosas para el grupo, al parecer ha cambiado el casco enano que encontró en casa de Nersas por una cimitarra mágica que el enano forjó para él, un regalo que sin duda alguna no se puede despreciar.
Nos ponemos en camino, dirección a Tuk atravesando el misterioso y mágico Bosque de Arglindel, no sé qué peligros encontraremos allí, pero la simple visión del bosque al horizonte bailando con el viento me eriza los pelos, creo que escuché gritos en la noche, he preferido no comentarle nada a mis amigos, espero volver a escribir en unos días…

Dhôlios Ibn-Halim, Ibn-Hassad.

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