Los últimos alientos del Gran Frío, llegaron a Risco Blanco aquella mañana. Los dos aventureros empezaron su viaje bajo un cielo gris moteado de nubes negras. Largas horas de caminata les esperaban ese día, el frío no haría más que dificultar aquella empresa. El viento primero, y la oscuridad después obstaculizaron aquella tarea sobremanera, llenando el camino de falsos senderos y lugares traicioneros. Si para Vitelio, con sus años de entrenamiento militar, aquello fue duro, para Jasón fue insoportable.
Llegaron a la
cima cuando la noche ya era cerrada, exhaustos, el camino giraba llegando al monasterio
entre dos colinas pronunciadas de roca yerma. El Monasterio protegido por un
grueso muro de piedra de planta cuadrada albergaba en su interior un edificio (el
monasterio en si) con un campanario que se asomaba tras los muros.
A la nariz de
Jasón llegó el humo que transportaba el viento, dedujo que habían fogatas en el
interior y por precaución decidieron subir a una pequeña torre en ruinas encima
de una de las colinas que acababan de pasar. El estado en que se encontraba la
torre, de dos pisos, era lamentable y apenas resguardaba del frío. Jasón subió
al segundo piso donde había una balista estropeada, observó varias fogatas a lo
largo del recinto, y exhausto como estaba, sugirió descansar con o sin fuego y
esperar a mañana.
La fatiga y el
viento habían hecho mella en las mentes de los dos compañeros, los nervios
estaban a flor de piel y no pudieron llegar a ningún consenso sobre lo que
debían hacer a continuación. Jasón se quedo en la torre, arropado por su manta,
Vitelio se acerco al monasterio a investigar pese a su cansancio.
Quizás Vitelio
estaba demasiado acostumbrado a actuar en solitario, quizás demasiado confiado
en sus aptitudes con la espada, nunca lo sabremos ya. El caso es que después de
fallidos intentos de escalar el muro llegó a la parte trasera de la
edificación, donde una grieta partía por la mitad la muralla, su sigilo no fue
suficiente y un par de tropas de Golbins se percataron de su llegada, el
cansancio de Vitelio no le permitió pensar y huyo todo lo deprisa que pudo
hasta la torre despertando a Jasón al llegar.
Las tropas
invasoras que en ese momento hacían guardia en la parte exterior del recinto,
salieron en tropel de la muralla y se dirigieron con antorchas hacia la torre,
la vista de Jasón alcanzó a contar una quincena. No pudieron arreglar la
balista, la situación era limite, pero si Vitelio a lo largo de su vida se había
acostumbrado a alguna situación aquella era la de inferioridad.
Los enemigos se
acercaban a la torre, se escuchaban sus gritos, la luz de sus antorchas y el
gemir de los jabalíes. Vitelio arrojo abrojos en la parte inferior de la torre
y se preparó para defender el segundo piso, después de no poder empujar la balista,
Jasón disparó por primera vez su arco alcanzando al brazo derecho de uno de sus
perseguidores.
Llegado el
momento, cuando los orcos entraban en la torre, Vitelio arrojo un frasco de
aceite encendido, alcanzando a todos los orcos, los jabalíes, más rápidos, evitaron
el fuego pero tropezaron con los abrojos que dificultaron su avance. Por su
parte, las tropas enemigas sufrían un fuerte revés, sus orcos y la entrada
principal a la torre ardían en llamas, pero los Goblin aun contaban con sus
temibles chamanes, uno de ellos consiguió alcanzar a Jasón con su maldición
reequilibrando la balanza a su favor.
Un funesto final, de catastróficas consecuencias...
1 comentario:
El ganado muere, los parientes mueren
Todo hombre es mortal
Pero nunca muere el buen nombre
De aquellos que obran rectamente
El ganado muere, los parientes mueren
Todo hombre es mortal
Pero hay algo que no muere nunca,
La gloria de los grandes héroes.
(Havamal 73,43)
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