Cima del Salto, Kes 1 de la Luna del Castor. 574 Año de la Luz.
Ya era cerrada la noche cuando Vitelio llegó al puerto, dos antorchas, que se asomaban como dos ojos en la noche, aguardaban su llegada. El trayecto había sido más movido que los anteriores, embarcado en el último viaje hacia Cima del salto, vitelio abandonó la embarcación en la parte baja de la ciudad.
A su paso por los barrios bajos de la ciudad, pequeñas sombras y ruidos acompasados seguían sus pasos por entre las sombras. Ladrones y maleantes rondaban esa parte de la ciudad. Vitelio no tuvo la necesidad de empuñar su espada, pues el lento pasar metálico intimidaba a las pequeña ratas que osaban poner sus ojos en él.
Los andares de Vitelio lo condujeron desde los barrios bajos de la ciudad hasta la parte más alta, un pequeño y abarrotado edificio de madera del que salían gritos y ruidos fue el único sonido que le acompañó en su solitario andar atravesando la vieja plaza del mercado.
Los pasos le guiaron al pie del acantilado, su imponente figura, enardecida quizás por la noche, no dejaba de desprender cierta belleza. Habiendo llegado a la parte alta de la ciudad Vitelio abandonó su cautela y se dirigió raudo y veloz atravesando el puente de piedra hace la posada culebra. En su breve trayecto vislumbró la sede del azote lunar.
Decidió que ya valoraría la arquitectura de la posada con la luz del sol, pagó una noche y una cena, comió, y se fue a dormir esperando no despertarse con pulgas.
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Vitelio:
Cuando despertó, de madrugada, empleó un buen tiempo en lavarse y realizar sus oraciones. Salió de la posada rumbo a la casa del Sol con el yelmo y los guanteletes de dragón bien ocultos en su mochila, allí esperaba poder devolverlos y encontrarse de nuevo con Alessandro para comprobar su salud y obtener información sobre sus progresos.
Alessandro hizo una vez más el ademán de apartarse el cabello de la cara con la mano izquierda, en su lugar un aire viciado de acarició la cara. Si dolorosa fue la pérdida, aún más lo era el recuerdo de verse sin brazo. Pasó, apremiante una página más, no sólo porque quedaba poca luz sino por el temor de ser descubierto. Con la pérdida del brazo no se sentía capaz de luchar mide conjurar y por lo tanto, lo único que podía hacer era buscar información aunque le fuese la vida en ello.
El templo del Sol de Cima del salto era en sí un regalo de Kes. Alzado sobre tres grandes bloques rectangulares, una gran cúpula dorada simulaba el orbe de fuego que iluminó la humanidad durante la era de los dioses. Las escaleras guiaban al viajero a cuatro grandes arcos que marcaban los puntos cardinales, dejando así libre el paso a la inspiración que llevan los vientos.
Mas no fue esto lo que Vitelio vió, hacía ya años que la cúpula se había derrumbado por su propio peso, los bloques rectangulares habían abandonado su forma por el deterioro. Lo que encontró fueron restos de un conocimiento marchito y un viejo enano que cuidaba del lugar.
El pelo rubio encanecido cubría de forma abundante la cara del enano. Navarok lucía una larga trenza en honor a una larga tradición ya olvidada. Apoyado en su cayado salió de las sombras y dijo:
- Hace tiempo la llegada de alguien como tú no me habría resultado extraña, pero el tiempo pasa y mi barba así lo atestigua. ¿Que quieres "At atd al"?
Vitelio:
Observó al enano antes de responder, buscando cualquier indicio que le permitiera saber quién era.
- “At atd al.. ¿Qué significa ese nombre? Estoy buscando al sacerdote del templo, mi nombre es Vitelio Flavio.”
- Hace tiempo que este templo no dispone de sacerdote, pero supongo que soy yo quien desempeña estas funciones (a los ojos de vitelio las vestimentas del enano podían bien ser las de un sacerdote).
Vitelio:
- Bien, mis conocimientos deben ser erróneos señor, tenía entendido que aquí había un templo de Kes con capacidad para defenderse y custodiar reliquias.
- Los dioses te auguran un viaje aun más largo Vitelio, pese a que los ojos de los dioses se han desviado por un momento de tu mochila no tardaran en volver a ella y será mejor que tu espada esté afilada cuando llegue el momento.
- Esto en su momento fue un templo dedicado al conocimiento, pero ya no lo es, y mientras yo trato de volver a levantarlo la oscuridad no me dará el placer de verlo levantado.
Un ligero temblor ha ido sacudiendo su cuerpo, el cayado en el que se aguantaba ha empezado a brillar de una forma un tanto intrigante, casi absorbiendo la luz de alrededor.
- Escucha bien y atiende, pues yo soy aquel que lo ha visto. ¡La oscuridad y la malicia hace tiempo que tendieron sus dedos hacia el Valle! Ahora los dedos se cierran en un abrazo mortal alrededor de tu garganta i tan siquiera sabes la mano que los sujeta. ¡Aunque no quieras te acercas con paso firme a tu fin y le das a tu asesino todas la facilidades para ello!
Su cuerpo se contrae con el dolor, los ojos en blanco, las palmas de las manos abiertas, su cuerpo convulsionando en el suelo mientras susurra:
- Huye insensato…
Sus gritos pronto alertaron a la guardia, un joven soldado se acerca antes de que termine el discurso y se disculpa:
-Lamento que se haya visto obligado a ver esto señor, suele tener estos ataques. No se preocupe espero que no le hayan alarmado sus gritos. Siga andando la guardia velara por el estado de Navorek.
Vitelio:
Mierda... esas malditas piezas le empezaban a pesar más de la cuenta. Podía defenderse ante un gigante de piedra, pero no de una sombra, ni de los fantasmas que le querían dar caza. Decidió que si alguien debía establecer el campo de batalla sería él, las reliquias serían custodiadas en el templo de Rohín hasta que el mismísimo Kez fuera a buscarlas, y él por la cuenta que le traía iria en busca de su destino de cara, con un gladio en la mano y aniquilando cualquier amenaza para los indefensos hasta el día de su muerte.
Antes de partir de Cima del salto debía realizar unas compras e intentar encontrar a Alesandro, a ello dedicó el resto del día.
Lista de la compra:
Gladio
Lanza
Virotes de ballesta
Ordre de agua
Abrojos
Tela impermeable
Frasco de aceite II
Equipo de curandero
Cuerda 20'
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