Campaña de Fealian Lunargentea (I)

Cerca de la Ciutat del Carió, Teleos. Padie 10 de Luna de la caza. 573, Año del Fuego.

Ferkie Anduriel Leinaïe


Con los ecos de una risa siniestra, la niebla se desprendió como una cortina rasgada. Desde los arboles torcidos que por doquier nacían quejumbrosos en el pantano, la niebla se deslizó por sus nudosas columnas lamiendo sus pies i bañándose en las pútridas aguas de la ciénaga. Un cielo apenado se dejó ver por entre las copas muertas de los arboles, mientras, el otrora impoluto Faelian se debatía en una agonía constante para llegar a la orilla. La fiebre le nublaba la vista y la mente, surcos de sangre oscura descendían por su espada volviendo sus dedos pegajosos, los calambres amenazaban con hacer desplomarse unas piernas cubiertas de sanguijuelas que soportaban un cuerpo más muerto que vivo. Las ropas, hechas girones, le hacían muecas crueles y parecían engancharse a propósito con los hierbajos y las zarzas que a veces salían del agua. Con la temible certidumbre de haber burlado la Muerte, Faelian sucumbió al cansancio al llegar a la orilla.

Su despertar aun fue más duro, dos tenazas de carne le apresaban sus brazos y lo llevaban arrastras convirtiendo sus pies en un amasijo de piel, uñas y sangre. El lacerante dolor en las piernas luchaba por hacerse oír por entre los martillazos de su cabeza y la erosión del hambre en su barriga. Cuando fue arrojado, cayó como el destino, lento pero ineludible, contra el suelo. Un ruido seco, como le quebrarse de un palo, y un hilillo de sangre que nacía de su ceja, el color y el sonido volvieron a Faelian a las garras del despiadado mundo.

Se valió de sus últimas fuerzas y de sus callosas manos para desprenderse del agreste suelo. Delante suyo, en un mundo de sombras y destellos, una figura no muy distinta a la suya yacía de pie, balanceante como un péndulo. Con un velocidad que escondía su demacrado cuerpo, el hombre arremetió sin determinación, a Faelian le costó menos esfuerzo del esperado deshacerse de un cuerpo que, probablemente, antes hubiera sido musculoso.

Aprovechó la distancia que le separaba del extraño para aclararse la vista, observarlo y respirar. El esfuerzo por respirar lo dejó aun más exhausto, casi tuvo que morder el aire para tragarlo, bajó agarrándose por su cuello hasta sus pulmones. Las luces y las sombras que nublaban su mundo, se diluyeron momentáneamente para mostrarle a un hombre casi desnudo, su cuerpo mostraba vetas de músculos raidos por la edad y el desuso, sus pupilas dilatadas y su paso tambaleante le daban un aspecto drogado, y su mirada…Su mirada era vacía, sin emoción alguna, como un reo camino de la horca que ya ha aceptado su destino. Llevaba el pelo rasurado y cicatrices de un pasado bélico.

Los desechos andantes se arrojaron una vez más hacia Faleian, llevado por la furia de quien recuerda sus propios errores, cerro el puño y golpeo al desprotegido brazo del aun no muerto. Su odio fue tan denso que rompió el brazo como si la rueda de un carro hubiera aplastado una rata demasiada enferma para huir.

Fue entonces cuando escuchó el rugido, y levanto la cabeza para ver por primera vez su entorno, una multitud de hombres y mujeres, vestidos con túnicas tan blancas que teñían con tonos de gris el ambiente. Sus ladridos y sus dedos pedían muerte, sus labios sangre, sus ojos…También.


Faelian se concedió otro momento para agarrar una bocanada de aire, morderla, matarla, y masticarla haciendo un gran esfuerzo para tragarla de un solo golpe y…

1 comentario:

GABI dijo...

Su puño se estampo qual roca de granito contra la nariz del alma en pena que tenía delante. El ruido de la nariz al romperse se quedó resonando en su cabeza, como resuena un grito en una cueva, Faelian no tardó en derrumbarse por el cansancio, su última visión fué la del cielo cayendo hacia él, ¿O era él el que subía?